El periodo posterior a la Guerra Civil española estuvo marcado por la escasez. Una orden Ministerial de 14 de mayo de 1939, estableció el régimen de racionamiento en España para los productos básicos alimenticios y de primera necesidad. El racionamiento no alcanzaba a cubrir las necesidades alimenticias básicas de la población, por lo que vivieron años de hambre y miseria. Se establecieron dos cartillas de racionamiento, una para la carne y otra para el resto de productos alimenticios. Se dividió a la población en varios grupos: hombres adultos, mujeres adultas (ración del 80% del hombre adulto), niños y niñas hasta catorce años (ración del 60% del hombre adulto) y hombres y mujeres de más de sesenta años (ración del 80% del hombre adulto). La asignación de cupos podía ser diferente también en función del tipo de trabajo del cabeza de familia. Inicialmente las cartillas de racionamiento eran familiares, que fueron sustituidas, en 1943 por cartillas individuales, que permitían un control más exhaustivo de la población. En mayo de 1943 (BOE de 15 de abril de 1943), al mes de la entrada en vigor de la cartilla individual, el número de racionados en España era de 27.071.978 personas. La distribución de alimentos racionados se caracterizó por la mala calidad de los productos y puso de manifiesto corrupción generalizada y el mercado negro. Este mercado negro, conocido como estraperlo era un mercado ilegal, perseguido por el estado, pero para alguna gente fue la única fuente de comida. Los productos del estraperlo se vendían hasta al triple del precio normal.
Todas estas circunstancias provocaron una etapa de hambre y pobreza en España hasta mayo de 1952, fecha en que desapareció el racionamiento para los productos alimenticios.
Entre 1950 y 1960 el consumo per cápita de carne y papel se duplicó y el de azúcar o de electricidad se triplicó.
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